miércoles, 14 de junio de 2017

Reflexiones sobre el tiempo por Dinita Álvarez Sastre

¿Qué es el tiempo? Decía San Agustín: Si nadie me lo pregunta, lo sé, si tuviese que explicárselo a alguien no sabría cómo hacerlo.
 Lo que sí tenemos claro es que hay un tiempo para cada cosa, tiempo de reír y tiempo de llorar, tiempo de gozar y tiempo de sufrir, tiempo de amor y tiempo de desamor, tiempo de mandar y tiempo de obedecer, tiempo de descansar y tiempo de trabajar. Cada momento tiene su afán. Lo que pasa es que, a veces, queremos todo a la vez.
Con qué facilidad hablamos del tiempo. La mayoría de las veces sin pensar en profundidad en la dimensión tiempo.
 No depende de ninguna otra medida para su medición, solo  necesitamos un aparato medidor del tiempo. Eso lo controlamos, todos estamos más o menos pendientes del reloj, como si quisiéramos detenerlo. El tiempo es una unidad física creada para medir los intervalos que se suceden en una serie ordenada de acontecimientos. En el tiempo siempre hay movimiento, es más, ¿nos daríamos cuenta del paso del tiempo si no ocurrieran distintos sucesos? El día, la noche, salidas y puestas de sol, gotas de agua cayendo, péndulos en movimiento, la arena que cae constantemente en ese medidor del tiempo, las manecillas del reloj convencional del que tanto estamos pendientes…
Cuando medimos la vida, no la vivimos. Desde que empezamos a marcar las horas, perdimos la capacidad de estar satisfechos, solo sirve para ansiar más cosas. El hombre quiere ser dueño de su existencia, pero el tiempo no tiene dueño.
¿Tarde? ¿Temprano? Nunca es demasiado tarde o demasiado pronto. Es cuando tiene que ser.
No podemos suspender el tiempo, cuántas veces nos gustaría hacerlo, que no pasaran los segundos, si pudiéramos saltar un gajo del reloj… Tampoco podemos arrojar nuestro futuro como si fuera una piedra, para librarnos de él, para que no suceda, para que esa arena de la parte superior del reloj no se deslice, porque ahí está el tiempo que aún no ha sucedido.
El tiempo es como un río, en uno fluye el agua y en otro los acontecimientos, así como el agua no pasa dos veces por el mismo sitio, el tiempo, una vez que pasa tampoco lo podemos recuperar. El tiempo perdido no se recupera jamás, es como el agua que se escurre entre los dedos y se derrama por el suelo, no tiene vuelta atrás. Utilizarás otro tiempo pero nunca el perdido, en el tiempo solo vamos hacia delante, nunca hacia atrás. Sentimos  tristeza por el tiempo perdido pero quizá nos damos cuenta demasiado tarde, aunque solo es demasiado tarde para las cosas que son definitivas.  Le damos muchas vueltas al pasado, si hubiéramos hecho…, si no hubiéramos hecho…, ojalá se pudiera volver atrás, rebobinar y volver a los momentos felices, borrar de la cinta los malos momentos, pero no se puede, el pasado ya no lo tenemos, ¡cuántas veces hemos deseado que lo pasado sea un sueño! Soñamos con el futuro, voy a hacer, tengo previsto, espero que llegue tal día, proyectos y más proyectos, pero el futuro no existe, y con estos pensamientos de pasado y futuro, se nos va el presente que es lo único que poseemos, no podemos recuperar esos momentos felices pero sí tratar de ser felices en estos momentos  presentes.
 No nos olvidemos que el futuro se alcanza siempre al mismo ritmo, por mucho que nos empeñemos, o sea, 60 minutos por hora. Pero tampoco tenemos que olvidar que lo  más importante del futuro es la ESPERANZA. Cuando no hay esperanza el tiempo es un castigo.

El tiempo se lleva las cosas sin contemplaciones, el tiempo todo lo da y todo lo quita. Dicen que el tiempo todo lo cura, pero no es verdad, no todo mejora con el tiempo, la experiencia nos dice que no es así, con el paso del tiempo las cosas también se deterioran, si no, cojan una foto de hace diez o veinte años y comparen… se notan un poco los estragos  del tiempo. Lo que sí está claro es que con el tiempo todo cambia. Podemos darle a las manecillas para atrás, pero no por eso recuperaremos la juventud ni el pasado. No podemos retrasar el tiempo.
El tiempo no es almacenable, es perecedero e inexorable (el inexorable paso del tiempo, que no se puede evitar). Es un recurso finito, se acaba. Es efímero, simplemente transcurre sin más. El tiempo es la cosa más valiosa que una persona puede gastar, es lo mismo para ricos que para pobres, incluso los que no tienen nada, poseen el tiempo. Si el tiempo fuera infinito, nada sería especial, no tendríamos miedo a que se agotara, lo perderíamos con más facilidad, sin pérdidas ni sacrificios no valoraríamos de igual modo lo que tenemos.
Dios tiene motivos para limitar los días de los hombres, ¿Cuáles son? No lo sabemos, pero todos tenemos un  tiempo final, es la mejor incógnita que tiene guardada el que dirige el mundo. Solo Dios sabe del tiempo de que disponemos, por eso es muy importante aprovecharlo al máximo, porque no sabemos cuánto es, es como un regalo, a unos le toca más y a otros menos.  La solución de este problema no la vamos a saber nunca.  Lo que importa es que todos los días sean valiosos.
Una cosa IMPORTANTE nos lleva lo mismo que una NO IMPORTANTE. ¿Podemos pedir tiempo? Tiempo muerto dicen en algunos partidos, pero es engañoso, el reloj sigue marcando.
¿Qué es mucho? Depende de las circunstancias. Siempre necesitamos más tiempo, la cuestión es cuánto me queda, no cuánto tengo. Ningún ser vivo mide el tiempo, solo lo hace el hombre, solo el hombre da las horas. Por eso solo el hombre vive atemorizado como no lo hace otro ser vivo. Miedo a que se le acabe el tiempo.
El tiempo ¿Puede ser una percepción personal? ¿Medimos todos el tiempo del mismo modo? Yo creo que no. Lo que para unos es un instante para otros es una eternidad y, está claro que el tiempo es el mismo, pero la manera de vivirlo es lo que nos diferencia, vivido con intensidad es un suspiro, cuando no sabemos lo que estamos haciendo es un aburrimiento. Se puede comparar con un viaje, digamos en tren. De una estación a otra es lo mismo para todos, pero hay que ver la cara de aburrimiento que llevan algunos pasajeros. Sin embargo, si coges un libro, contemplas el paisaje, o simplemente reflexionas, todo cambia, incluso te resulta el viaje placentero. Igual ocurre en el transcurso de la vida.
Se le puede decir al tiempo ¿ve más despacio? y, ¿se puede decir, ve más deprisa? Estamos acostumbrados a respuestas rápidas. Estamos rodeados del tic tac del tiempo. Todo marca el paso del tiempo. El reloj de la mesa, el ordenador, el móvil, ese viejo carrillón con su sonido melodioso, o estridente, en fin… tantos y tantos aparatos que nos rodean.
 Incluso relojes con horarios distintos, usos diferentes, queremos controlar la hora en cada momento, en cualquier parte del mundo. El tiempo demasiado deprisa.  
Todavía no ha existido nadie que pueda invertir el paso de las horas. ¿Existirá algún lugar dónde no se envejezca nunca? Contaremos todos nuestros días y porciones más pequeñas hasta que el recuento consuma nuestra existencia. 

                                                                                                                  Dinita Álvarez Sastre





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